martes, 13 de agosto de 2013

René y un cumpleaños compartido (+FOTOS y VIDEO)



por JORGE LEGAÑOA ALONSO
@cronicasdecuba
Hace apenas unos días lo volví a tener delante y uno como que se alela, y viene esa sonrisa medio tonta de no saber qué decir, pero los nervios no impiden otear a René González y seguir cada gesto, y hasta reparar en los detalles más insondables. Es difícil seguir sus manos, no las deja quietas un segundo, hablan tanto como él, son como las de Fidel, siempre en alerta, señalando el derrotero, convidando a la lucha. 
Esa mañana –hace unos pocos días– René estuvo en Cuba Hoy y la tranquilidad de la redacción se trastocó en barullo. Hablamos de lo humano y lo divino, de las redes sociales, de Cuba y lo provoqué mencionándole a otro de talla incalculable: Hugo Chávez.
“Realmente yo nunca pensé que Chávez fuera a fallecer”, espetó. La  admiración por el presidente bolivariano se le notaba por encima de la ropa. Y en ese instante vino la confesión que alumbró mi mañana: “La parte que más me gustó de Cuentos del Arañero fue la del borracho”. ¿Cuál?, –indago– hay varias historias de borrachos en el libro, ¿es “Con mi chivo pa’ Caracas”? “No” –me responde seguro– “la historia del borracho que Chávez se encuentra el día que regresa de aquel primer viaje a Cuba en el ‘94”; era la anécdota de “Borracho político”.
Y es que a René esta historia le recordó cómo ellos vivieron el proceso en Estados Unidos de echarles miedo a los latinoamericanos con Cuba y “el pueblo venezolano rompió con eso de verdad y después hemos visto cómo ese cuento se les va cayendo y ruedan sus fichas”, subrayó.
En el grupo saltó la chispa y al momento estábamos viendo otro de esos cuentos variopintos de Chávez. Esta vez con el Arañero de Sabaneta en acción y a todo color en televisión en “ApuroPresidencial”. Todos estallamos en risas que se tornaban, por momentos, carcajadas, mientras Chávez iba contando los aprietos que sufrió durante un acto televisado en el que debía –en medio de la polvareda, el protocolo y un cólico estomacal– derribar una pared para así unir dos túneles de un novedoso ferrocarril, obra de su gobierno.
Ese cubano sencillo –con talla de Héroe– que es René, disfrutó a su amigo Chávez otra vez. Entre anécdotas y alguna que otra infidencia, olvidé el complemento de esta última anécdota de Chávez. Según escribió Javier Rodríguez en la web del libro, cuando sucedió lo narrado por el presidente, trabajaba en esas obras y Chávez desconocía que se enfrentaba a una pared de rocas impostoras pues “cuando estaban excavando para dejarlo listo para el acto de mi Comandante, se les derrumbó y les tocó tirar un muro de concreto de un metro de espesor”.
René González cumple 57 años este 13 de agosto y las coincidencias de la vida hicieron que naciera el mismo día que nuestro Fidel Castro, aunque 30 años después, en Chicago,  Estados Unidos. Pero hasta ahí llegarían los azares.
En lo adelante, la Revolución triunfante lo acercaría a Cuba y no habría casualidades, solo la decisión firme de un amor inmenso por Cuba. Irma, su mamá, confesaba hace un tiempo a una joven periodista, que sus hijos lo mismo pasaban el cumpleaños en una trinchera que en una zafra: “Imagínate, yo era solita con ellos dos. Si quería hacer Revolución tenía que llevármelos para todas partes”. 
Foto: Rosana Berjaga
René anda desde que regresó a su Cuba, viviendo muchas nuevas primeras veces –luego de 13 años de injusto encierro en Estados Unidos– y que solo su corazón sabe aquilatar: cargar al nieto; los 15 de su Ivett; el reencuentro con Olga y llevar siempre los dedos de las manos entretejidos; el extrañar a los más cercanos que ya no están; el cariño de la “vieja”; el cuartel Moncada y abrazar allí a Maduro; conversar con la gente de su pueblo; caminar por el Malecón...
Tantos pequeños instantes de la vida de un hombre y de los que hoy puede disfrutar, no sin antes, recordarnos que todo esto es aliento para seguir en la lucha por el regreso, a Cuba y sus familias, del resto de sus compañeros, porque ellos siguen siendo Los Cinco.
 
 René con el presidente Nicolás Maduro en el Moncada. Foto: Tony Guerrero.
 Con su pequeño nieto.
 El abrazo de la vieja.
 La familia ante todo.



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