jueves, 28 de marzo de 2013

Isaac Delgado actuará este viernes en La Habana

Isaac en su barrio habanero.
Foto: cortesía del entrevistado  
 
Tomado del blog "La Isla Desconocida", de Enrique Ubieta.
Ayer, en un apartamento de La Habana, La Calle del Medio entrevistó en exclusiva al músico cubano Issac Delgado, de visita en su Patria. Como faltan algunas semanas para que la entrevista se haga pública en el mensuario, e Isaac nos anunció que intervendrá como invitado en el concierto que Silvio ofrecerá mañana viernes a las 7 p.m. en el barrio habanero de Tamarindo (Calle Correa y San Indalecio, Diez de Octubre), decidí –con la autorización del trovador–, dar a conocer sus palabras a los lectores de La isla desconocida. La entrevista fue realizada por la periodista Yuliat Danay Acosta.
"Otra sorpresa para mí es que el viernes próximo, voy a estar en el concierto de Silvio. Yo hice un disco con canciones de la trova que se llamó Versos de mi cielo, porque crecí con esa música, la de la trova cubana. Quiero hacer una segunda parte del disco, porque se quedaron muchas canciones por grabar y yo tengo un vínculo muy estrecho con Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, con toda esa gente. Yo crecí oyendo su música. La generación de los setenta y de los ochenta, nosotros, crecimos oyendo trova: la vieja en el caso mío y la nueva en el caso de los jóvenes.
Increíblemente, vine esta semana y Silvio me pidió que estuviera con él en el concierto del próximo viernes, que es en un barrio. No sé lo que va pasar porque no puedo dormir, llevo dos días sin dormir, no es por pararme ahí, es que las otras veces ha sido improvisado, casual, pero ahora lo sé, y entonces sale la adrenalina esa que a uno le corre.
Espero que no vaya a hacer un papelazo, porque no voy con orquesta, el formato es totalmente atípico a como yo trabajo. Yo trabajo con más músicos, con coros, y el formato de Silvio son cuatro gente. Él como es tan genial, me dijo: “Canta lo que tú quieras, tú lo ensayas y vienes a ver qué hacemos.” Yo pienso que voy a cantar algún tema de lo que la gente conoce, a piano ahí, y voy a improvisar un poco también. Ahora mismo no estoy pensando…, estoy pensando en que está llegando el viernes y no sé lo que voy a hacer, pero bueno, estoy súper contento, porque fui a visitar a Silvio buscando una canción y me regaló un concierto y está duro eso, es bien difícil, pero gente como él son muy grandes para la música y para el arte, y son tan grandes, que no miden qué puede pasar".

jueves, 7 de marzo de 2013

Cristina Fernández: "Cuando hacemos con Evo, Pepe y Lucía la primera Guardia de Honor del Féretro, no lo miro. Sólo quiero recordarlo vivo"

La presidenta Cristina Fernández abraza a Rosa Virginia, la hija mayor de Chávez

Texto completo de Cristina Fernández en Twitter, @CFKArgentina
"Cuando hacemos con Evo, Pepe y Lucía la primera Guardia de Honor del Féretro, no lo miro. Sólo quiero recordarlo vivo"


Tango 01. El martes pasado ni bien me avisaron lo de Hugo decidí viajar de inmediato a Caracas. Florencia me acompaña. No podía esperar. Infinita tristeza: nuestro compañero, el amigo de Argentina, había emprendido la partida. Al menos, eso creí. Llama Evo, pregunta cuando viajo: ya! Le noto la voz muy triste. Llama Pepe, pregunta si vamos juntos. Claro. Viene con su compañera Lucía.
Llegamos miércoles a la madrugada. Elías Jaua, Canciller venezolano, me avisa que a las 11 hs. saldrá el cortejo desde el hospital rumbo a la Academia Militar, a la que piensan arribar a las 16 hs. SU ACADEMIA. Allí donde una vez cenamos en la Cumbre de países africanos y la CELAC. El acto protocolar para Presidentes será el viernes. Le aviso que en esta ocasión lo mío no es protocolar y me iré el jueves. No vine a despedir un Presidente, sino a un compañero y un amigo. El mejor amigo que tuvo la Argentina cuando todos le soltaron la mano. Le guste a quien le guste. Pepe me dijo en el avión, cuando viajábamos, que no recordaba en la historia un gobernante tan generoso. Miércoles al mediodía.
Veo a Evo acompañando a Hugo, Nicolás y todo el Gobierno en medio de una marea roja y tricolor. ¡Cómo me gustaría estar ahí! No puedo: el calor, mi hipotensión crónica y el médico me lo prohiben. No aguanto más en el hotel, voy a esperarlo a la Academia. Luego de horas finalmente llega. En la entrada, un tumulto indescriptible. Pido permiso a los soldados y subimos con mi hija a un banco de madera para verlo llegar. Cuánto dolor. Siento que me alcanzan otros momentos. Cuando hacemos con Evo, Pepe y Lucía la primera Guardia de Honor del Féretro, no lo miro. Sólo quiero recordarlo vivo. Porque está vivo. Lo compruebo definitivamente el jueves por la mañana, cuando miles y miles comienzan a acercarse a la capilla ardiente. Niños, mujeres, hombres, jóvenes, ancianos, discapacitados, soldados, trabajadores, médicos, docentes, familias. SU VENEZUELA. Algunos lloran, lo saludan, muchos se cuadran, gritan que nunca morirá. Estoy allí, frente a ellos, me saludan con el puño sobre el corazón o con un beso, me llaman por mi nombre, me extienden su mano. No se necesita más para entenderse, hay un código en común.
Hombres como Chávez no se mueren nunca. Vive y vivirá en cada venezolano y venezolana que dejó de ser invisible y se tornó protagonista. Este hombre les abrió la cabeza. Ya nadie se las podrá cerrar, jamás. Antes de partir me acerco y sin mirarlo toco la bandera que está sobre el féretro. Me despido, por ahora. Nicolás Maduro y Cilia, su mujer, me acompañan hasta la puerta de la Academia. Miles y miles de hombres y mujeres que saludan. Otra vez la marea roja y tricolor que grita: ¡Queremos ver a Chavez! Repiten una y otra vez. ¿No les dije? Chávez está vivo. Para siempre.

miércoles, 6 de marzo de 2013

San Chávez de los pobres (+VIDEO)


por Jorge Legañoa Alonso

Son miles las manos extendidas. Todos quieren alcanzarlo. Rozar –al menos– el féretro de su Comandante que va navegando entre un mar rojo, verde, un mar de manos y gente que se arrejuntan. Entonan el “Gloria al bravo Pueblo”, lloran, gritan: “¡Chávez vive, la lucha sigue!”
Al otro lado de la calle, a las afueras del Hospital Militar, desde una ventana en un segundo piso, una pequeña tiene la mirada fija. No se inmuta ante la masa informe de pueblo que lo abarca todo. Sus ojos están clavados en la bandera que lo cubre. Esa niña, sin nombre para mí, es el símbolo de todo un país que como ella con su manito, dice adiós a Chávez.
A través de las redes sociales, una amiga venezolana me confiesa: “¡Es terrible, es el peor golpe que he recibido en mi vida! (…) Mi pésame para tu pueblo que también lo amó y lo hicieron como suyo. Estamos destrozados, mi familia y todos. Yo aún no me lo creo y no acepto que se nos fue y lloro a cada rato sin poderme contener. Es un dolor como si fuera un familiar, porque él fue más que eso. De verdad el dolor es duro y fuerte. Solo le ruego a Dios que lo reciba en su Gloria”.
Y ese sentimiento se repite de persona en persona. Aquí, en nuestra Cuba, nadie es ajeno al dolor de los venezolanos. Una y otra vez la misma frase: “es como si se me hubiese ido un familiar muy cercano”. He visto  a muchos enjugarse una lágrima entre el dolor y la impotencia.
“¿Cómo estará Fidel?”, me preguntan. No sé, pero me lo imagino, se le fue mucho más que un amigo, un hijo. Ninguna noticia, aunque esperada, deja de golpear duro. Pero estoy seguro –le respondo– que Fidel es el primero que con el dolor en su pecho, tendrá en su boca las palabras justas para todos, como aquella frase que le dijo la noche del golpe de Estado de 2002: “Chávez, no te inmoles, que esto no termina hoy”.
Así de cierto es. Aún cuando no estará más entre nosotros, la pelea del pueblo bolivariano no termina, continúa porque Chávez le abrió los ojos a millones, les dio cultura y herramientas para construir patria.
En medio de la multitud que toma las calles, una señora carga un crucifijo en una mano y en la otra una foto de su líder. Arriba, en el reborde blanco de la cartulina se lee: “Gracias, San Chávez de los pobres, a Dios le pido por ti”. Alza lo más que puede sus atributos para que la cámara lo capte y deje testimonio.
No es una imagen fortuita, muchos rezaron por su salud, para que “Diosito me lo sane”. Ahora recurren a su imagen mítica, pero no para implorar, sino como símbolo de una obra de gobierno consagrada a servir a todos los venezolanos.
El pueblo no se equivoca. Chávez es uno de los hombres nuestroamericanos que más ha hecho por los desposeídos. De ahí vino, de la pobreza del Llano y no pidió nunca una mortaja de oro, sino volver al matapalo de la abuela y quedarse a la sombra de un tamarindo.
El cortejo fúnebre continúa abriéndose paso entre la gente y me viene a la mente aquel poema de Alberto Arévalo Torrealba, “Por aquí pasó”. Y es que como mismo lo recitaba Chávez, hoy el pueblo le canta al Bolívar del siglo XXI:
 “Por aquí pasó compadre, / hacia aquellos montes lejos. / Por aquí, vestido de humo, / mi general que iba ardiendo, / fue un silbo de tierra libre / entre su manta y sus sueños. Por aquí pasó compadre, / hacia aquellos montes lejos”.
“Miren el rastro en la paja, / míreselo compañero, / como las claras garúas / en el terrenal reseco, / como en las mesas el pozo, / como en el caño el lucero, / como la garza en el junco, / como en la tarde los vuelos, / como la nieve en el pico, / como en la noche el incendio, / como el cocuyo en el aire, / como la luna en el médano”.
“Por aquí pasó compadre, / Hacia aquellos montes lejos / Allá va su estampa sola / Grave, pero en fin aguileño / Arzón de cuero tostado / Tordillo de bravo pecho. /De bandera va su capa, / Su caballo de puntero / Artista labrando pueblos, / Hombre retoñando patrias / Picando glorias, ¡tropero!/ Por aquí pasó, compadre, / Hacia aquellos montes lejos. / (…) ¡Por aquí pasó Bolívar compadre, hacia aquellos montes lejos!”
Ahora se escucha: “¡Por aquí pasó, Chávez, compadre, hacia aquellos montes lejos! / Artista labrando pueblos, / Hombre retoñando patrias / Picando glorias, ¡tropero!…”
A ti rezaremos pues, pero más que eso, contigo saldremos, San Chávez de los pobres, a conquistar lo mejor para tu pueblo.
 (Tomado Cubadebate)
 


martes, 5 de marzo de 2013

¡Chávez vive, la lucha sigue!


por Jorge Legañoa Alonso

Chávez me enseño a creer. No solo en la Revolución o los seres humanos. Me enseñó a creer en las señales que aparecen en el camino de la vida y en su Dios. En Venezuela aprendí a creer en el Cristo de los pobres que se llama Hugo Chávez...

Una de esas señales me llegó esta mañana, sin ni siquiera tener la idea de la gravedad de su estado: ponerme uno de esos pullovers que se hicieron millones durante la campaña electoral de octubre pasado. En mi pecho llevo los ojos de Chávez y su firma, la “rabo de cochino”. Sencillamente, como millones, YO SOY CHÁVEZ. De eso que no le quede dudas a nadie. La semilla que Hugo sembró, germinó en millones.

A Chávez no le conocí personalmente, no pude nunca siquiera verlo de lejos, pero lo conozco de toda la vida, porque como muchos en este mundo, entró en nuestros hogares por la televisión, y se coló en nuestras vidas a fuerza de un carácter único; mezcla insondable de pueblo, de humor, de amor, una responsabilidad a prueba de todo como estadista, con un carisma arrasador de multitudes.

Fidel nos lo descubrió en el ’94. Juntos eran explosivos. Ya no eran solo los gritos de ¡Fidel, Fidel, Fidel!, en cualquier escenario donde se presentaran, era una mezcla de ¡Chávez, Fidel, Chávez, Fidel!

Apenas un par de semanas antes de su última operación recibí una de las noticias más bellas de mi vida. “Tienes una carta que te espera”, escuché al otro lado de la línea. Era una carta del líder de la revolución bolivariana. Al final, luego de su firma y un ¡Hasta la victoria siempre! de esos que calan, escribió:

“Hace poco, en medio de circunstancias muy difíciles, llegué a La Habana como a la media noche, procedente de Caracas. Y de inmediato, el mensaje de Fidel: ‘Díganle a Chávez que yo estaba en Venezuela y acabo de llegar a Cuba’. Así somos…”

Y es que así son esos dos seres, hombres fuera de liga. Dos “diablos” que nos han enseñado que primero están los seres humanos y luego todo lo demás.

Anduve tras Chávez durante meses para completar sus “Cuentos del Arañero” y de esa labor aprendí que su humildad y humanidad -a prueba de balas- hizo que un pueblo entero lo siguiera desde aquel “por ahora” del levantamiento militar del 4 de febrero de 1992.

Chávez bebió desde su cuna de niño pobre lo que era la miseria, las tribulaciones de un pueblo que con el petróleo debajo de sus pies, nunca había calzado un par de zapatos. Por eso no era difícil verlo inventando una misión aquí o una tarea conjunta allá para que la pobreza disminuyera en Venezuela, para que los desposeídos tengan vida digna. Chávez hizo de los pobres el centro de su vida.

Un ser excepcional. Siempre con su tacita de café cerquita y su mano por encima del hombro de cualquier necesitado. Así lo recordaré siempre. Como aquella tarde, que caminando por los alrededores de Miraflores, en busca de espacios para construir nuevas viviendas, se encontró con un joven de la calle, alcohólico, y allí se paró a escuchar de su vida y a tratar de convencerlo de que se dejara ayudar.

Se nos fue. El dolor no es posible describirlo. Caracas es el centro del mundo. Cada venezolano tiene ahora mismo un abrazo desde lejos porque Chávez devolvió Venezuela a la geografía mundial, con oratoria, su irreverencia al poder unipolar, sus frases bíblicas: “Huele a azufre, el diablo estuvo aquí”. Pero más que eso, hizo que las miradas del mundo hicieran de nuestro sur, su norte.

Es imposible abarcar todo lo que significa en la vida de cada uno de los que lo amamos como líder y revolucionario. Seguir escribiendo, sería emborronar cuartillas…

Chávez está en cada obra, son miles de obras, está en cada persona que salió de la pobreza durante sus 14 años de gobierno. Chávez son millones de rostros, pero sobre todas las cosas, Hugo Rafael Chávez Frías, el “Bachaco”, el “Tribilín”, el “Furia” de Sabaneta de Barinas que sembraremos, ya son millones de manos dispuestos a seguir construyendo Patria. ¡Chávez vive, la lucha sigue!

(Tomado de Cubahora)

¡Gloria al bravo Chávez!

Atilio A. Borón
Cuesta muchísimo asimilar la dolorosa noticia del fallecimiento de Hugo Chávez Frías. No puede uno dejar de maldecir el infortunio que priva a Nuestra América de uno de los pocos “imprescindibles”, al decir de Bertolt Brecht, en la inconclusa lucha por nuestra segunda y definitiva independencia. La historia dará su veredicto sobre la tarea cumplida por Chávez, aunque no dudamos que será muy positivo. Más allá de cualquier discusión que legítimamente puede darse al interior del campo antiimperialista –no siempre lo suficientemente sabio como para distinguir con claridad amigos y enemigos- hay que partir reconociendo que el líder bolivariano dio vuelta una página en la historia venezolana y, ¿por qué no?, latinoamericana. Desde hoy se hablará de una Venezuela y Latinoamérica anterior y de otra posterior a Chávez, y no sería temerario conjeturar que los cambios que impulsó y protagonizó como muy pocos en nuestra historia llevan el sello de la irreversibilidad. Los resultados de las recientes elecciones venezolanas –reflejos de la maduración de la conciencia política de un pueblo- otorgan sustento a este pronóstico. Se puede desandar el camino de las nacionalizaciones y privatizar a las empresas públicas, pero es infinitamente más difícil lograr que un pueblo que adquirió conciencia de su libertad retroceda hasta instalarse nuevamente en la sumisión. En su dimensión continental, Chávez fue el protagonista principal de la derrota del más ambicioso proyecto del imperio para América Latina: el ALCA. Esto bastaría para instalarlo en la galería de los grandes patriotas de Nuestra América. Pero hizo mucho más.
Este líder popular, representante genuino de su pueblo con quien se comunicaba como nunca ningún gobernante antes lo había hecho, sentía ya de joven un visceral repudio por la oligarquía  y el imperialismo. Ese sentimiento fue luego evolucionando hasta plasmarse en un proyecto racional: el socialismo bolivariano, o del siglo veintiuno. Fue Chávez quien, en medio de la noche neoliberal, reinstaló en el debate público latinoamericano -y en gran medida internacional- la actualidad del socialismo. Más que eso, la necesidad del socialismo como única alternativa real, no ilusoria, ante la inexorable descomposición del capitalismo, denunciando las falacias de las políticas que procuran solucionar su crisis integral y sistémica preservando los parámetros fundamentales de un orden económico-social históricamente desahuciado. Como recordábamos más arriba, fue también Chávez el mariscal de campo que permitió propinarle al imperialismo la histórica derrota del ALCA en Mar del Plata, en Noviembre del 2005. Si Fidel fue el estratega general de esta larga batalla, la concreción de esta victoria habría sido imposible sin el protagonismo del líder bolivariano, cuya elocuencia persuasiva precipitó  la adhesión del anfitrión de la Cumbre de Presidentes de las Américas, Néstor Kirchner; de Luiz Inacio “Lula” da Silva; y de la mayoría de los jefes de estado allí presentes, al principio poco propensos –cuando no abiertamente opuestos- a desairar al emperador en sus propias barbas. ¿Quién si no Chávez podría haber volcado aquella situación? El certero  instinto de los imperialistas explica la implacable campaña que Washington lanzara en su contra desde los inicios de su gestión. Cruzada que, ratificando una deplorable constante histórica, contó con la colaboración del infantilismo ultraizquierdista que desde dentro y fuera de Venezuela se colocó objetivamente al servicio del imperio y la reacción.
Por eso su muerte deja un hueco difícil, si no imposible, de llenar. A su excepcional estatura como líder de masas se le unía la clarividencia de quien, como muy pocos, supo descifrar y actuar inteligentemente en el complejo entramado geopolítico del imperio que pretende perpetuar la subordinación de América Latina. Supeditación que sólo podía combatirse afianzando –en línea con las ideas de Bolívar, San Martín, Artigas, Alfaro, Morazán, Martí y, más recientemente, el Che y Fidel- la unión de los pueblos de América Latina y el Caribe. Fuerza desatada de la naturaleza, Chávez “reformateó” la agenda de los gobiernos, partidos y movimientos sociales de la región con un interminable torrente de iniciativas y propuestas integracionistas: desde el ALBA hasta Telesur; desde Petrocaribe hasta el Banco del Sur; desde la UNASUR y el Consejo Sudamericano de Defensa hasta la CELAC. Iniciativas todas que comparten un indeleble código genético: su ferviente e inclaudicable antiimperialismo. Chávez ya no estará entre nosotros, irradiando esa desbordante cordialidad; ese filoso y fulminante sentido del humor que desarmaba los acartonamientos del protocolo; esa generosidad y altruismo que lo hacían tan querible. Martiano hasta la médula, sabía que tal como lo dijera el Apóstol cubano, para ser libres había que ser cultos. Por eso su curiosidad intelectual no tenía límites. En una época en la que casi ningún jefe de estado lee nada -¿qué leían sus detractores Bush, Aznar, Berlusconi, Menem, Fox, Fujimori?- Chávez era el lector que todo autor querría para sus libros. Leía a todas horas, a pesar de las pesadas obligaciones que le imponían sus responsabilidades de gobierno. Y leía con pasión, pertrechado con sus lápices, bolígrafos y resaltadores de diversos colores con los que marcaba y anotaba los pasajes más interesantes, las citas más llamativas, los argumentos más profundos del libro que estaba leyendo. Este hombre extraordinario, que me honró con su entrañable amistad, ha partido para siempre. Pero nos dejó un legado inmenso, imborrable, y los pueblos de Nuestra América inspirados por su ejemplo seguirán transitando por la senda que conduce hacia nuestra segunda y definitiva independencia. Ocurrirá con él lo que con el Che: su muerte, lejos de borrarlo de la escena política agigantará su presencia y su gravitación en las luchas de nuestros pueblos. Por una de esas paradojas que la historia reserva sólo para los grandes, su muerte lo convierte en un personaje inmortal.  Parafraseando al himno nacional venezolano: ¡Gloria al bravo Chávez! ¡Hasta la victoria, siempre, Comandante!