por JORGE LEGAÑOA ALONSO
@cronicasdecuba
A simple vista, calculo que estuve a escasos cinco metros de
Raúl Castro, nuestro presidente, mientras le hablaba al pueblo cubano en elaniversario 60 de aquel arrebato de locura patria que fue el asalto al Moncada.
Le vi emocionado, inmensamente humano, incluso, quebrar su voz cuando habló de
la valía de la mujer cubana y divisó la imagen de su Vilma en un pendón.
El haber estado allí –tan cerca– pudiera bastar para estar
lleno de orgullo y sana vanidad; pero más allá de la presencia, escuchar a la
gente y mirar sus rostros luego de los mensajes de Raúl, fue, quizás, lo más
importante.
Cuando afirmaba que “han pasado los años, pero esta sigue siendo una
revolución de jóvenes”, mi
mirada escrutadora fue al público y no tuve que buscar mucho, detrás de la
prensa, se sintió la algarabía generacional.
Sin dudas, en el
Moncada había muchos históricos –asaltantes y expedicionarios– pero los jóvenes
eran mayoría. Es la Revolución que continúa, los pinos nuevos de los que habla
Martí, es la continuidad de un proyecto de país.
¿Y los hay que tienendudas de cómo será la continuidad? Raúl lo deja claro: “jóvenes fueron en su inmensa mayoría quienes
participaron en la lucha contra bandidos; (…) jóvenes eran también los que
derrotaron a los mercenarios en Playa Girón; los que se sumaron, incluso
adolescentes, a la campaña de alfabetización; los que se incorporaron
masivamente a las Milicias; (…) los cientos de miles de compatriotas que
cumplieron misiones internacionalistas en otras tierras del mundo; (…) los
científicos, intelectuales, artistas y deportistas que tantas glorias han
cosechado”.
La “Generación
Histórica” –como la calificara el presidente cubano– “va cediendo su lugar a los pinos nuevos
con tranquilidad y serena confianza, basados en la preparación y capacidad
demostradas de mantener en alto las banderas de la Revolución y el Socialismo”.
Es bien cierto que
convivimos varias generaciones en el país pero ha sido precisamente gracias a
la sapiencia, una vida curtida y la inteligencia de hombres como Fidel y Raúl
que hemos llegado a lo que somos hoy: libres e independiente de tutelajes.
Méritos propios tienen
muchos cubanos para asumir la conducción del proyecto revolucionario. No tiene
que ser un héroe y llevar las huellas de las balas en su pecho. René, ese que
sí es un héroe de verdad, en palabras y acciones, le comentaba hace poco a un
grupo de blogueros que Cuba está llena de héroes, porque hemos luchado y
sobrevivido a la guerra de todos los días que nos ha impuesto el gobierno de
los Estados Unidos.
Está muy claro que en
Cuba, los “históricos” han sembrado suficiente maíz en 60 años como para que
hoy recojamos liderazgos con un pensamiento coherente a la obra socialista de
la Patria.
La “transferencia
paulatina y ordenada a las nuevas generaciones de las principales
responsabilidades de dirección en la nación” de las que habló Raúl, no puede
ser visto como “herencia”, “tutelaje”, o decisión “a dedo”. Es un error craso de
concepto verlo así; un reduccionismo del lenguaje; es darle una patada a la
dialéctica; como burlarse de nuestra historia más cercana, construida por todos
nosotros en las últimas décadas de resistencia.
No sé si continúan las
dudas, pero en las pasadas elecciones yo propuse y voté por mi delegado, mis
diputados y le dimos su misión. Esa es nuestra democracia. ¿Perfectible? Claro,
como todo. Pero eso sí, dialéctica, mucho más que otras que en 200 años no han
cambiado ni una coma porque fueron hechas a la medida del poder imperial para
legitimarse una y otra vez y dar la sensación de supuesta “democracia”, aunque
es solo más de lo mismo, pintada quizás de otro color o pasada de mano en mano,
entre demócratas y republicanos.
En febrero pasado fueron
las elecciones parlamentarias y aunque las cifras parezcan frías, son más que
elocuentes: ejercieron su derecho al voto 7 millones 877 mil 906, lo que equivale a que 9 de cada 10 cubanos inscritos para votar lo
hicieron.
Se constituyó el
parlamento el 24 de febrero y un avance de su composición es ilustrativo: los
jóvenes de hasta 25 años representan el 18 por ciento; 367 diputados están
entre 36 y 50 años de edad, o sea, la mayoría; el promedio de edad es de 48 años.
Lo estratégico es preservar –por encima de todo– la unidad
de todos los cubanos, por eso es que en los últimos años hemos visto cómo la
dirección de mi Partido –continuidad del de Martí, Mella y Valiño– ha creado
espacios participativos y democráticos para que el pueblo construya Patria.
¿Alguien olvidó el amplio proceso de discusión en el año 2007 del discurso de
Raúl el 26 de julio de ese año en Camagüey?
¿Quién no aportó ideas durante el 2010 y el 2011 sobre los
lineamientos de la política económica que sería sometido al VI Congreso del
Partido? No creo que esta democracia nuestra se repita en muchos lugares del
mundo: 8 millones 913 mil 838 cubanos participaron en los debates de las propuestas
de lineamientos. Fueron modificados 197 puntos, que representó casi 7 de cada
10. ¿Otro dato? Se incorporaron 36 lineamientos por decisión del pueblo, uno de
ellos fue propuesto por un solo ciudadano.
Apenas dos ejemplos de lo que es democracia –el poder del
pueblo– en Cuba. Falta mucho, es cierto,
nadie pretende tapar el sol con un dedo, pero no tengo dudas de que esta
Revolución continuará de la mano de los jóvenes que fuimos formados en escuelas
al campo, trabajos voluntarios y que en la universidad lo dimos todo para
seguir en la construcción de la Cuba que sin mirar las piedras en el camino,
sigue navegando sin capitanes extranjeros.
Excelente escrito. La clave: la unidad en torno al Partido, que es la garantía de la continuidad.
ResponderEliminarQue muchos jóvenes participen, con argumentos y convicción, como tú lo haces, es muy alentador.
Felicidades por el Arañero: es un libro para conservar siempre.