sábado, 5 de diciembre de 2009

La luchita


por ALINA PERERA Y KALOIAN SANTOS
“¿Cómo anda la Cosa?”, pregunta el cubano y así obra un suceso que se repite infinidad de veces en este país de los saludos, del beso fácil, y del todo quererse saber. La respuesta probable será una expresión que sale disparada entre la sonrisa y el guiño de ojo: “Aquí… en la luchita”.
Esta última frase, a pesar de su brevedad, encierra la elección contumaz de seguir adelante con todas las armas e imaginación disponibles en el día a día.
La Cosa es la situación, el escenario, la suerte colectiva tejida por nosotros mismos y que por eso solo nosotros entendemos del todo. Y la luchita es el trazo de alguna táctica, de empeños que nos mantienen en pie desde que sol se levanta hasta que nos dice adiós.
La luchita -que va tejiendo calladamente la contienda gigante- se da en estampas que pueden discurrir desapercibidas si una lente inquieta y buena no las atrapa. Está en las calles, cerca de los anaqueles de comidas. Va en la jaba, objeto imprescindible de nuestra identidad y por cuenta del cual en el imaginario popular ha quedado grabada la simpática definición según la cual el cuerpo del cubano se divide en cabeza, tronco, extremidades… y jaba.
La luchita es la esperanza tomada a sorbos, como el café mañanero. Es la clave de nuestra fibra dura, y aún así la pronunciamos tiernamente. La luchita no incluye treguas: es una filosofía que destierra miedos y nos endurece mientras nos hace pobladores avispados y tenaces de la Cosa.



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