lunes, 28 de julio de 2014

Revelaciones de una noche antes del Moncada (+FOTOS)

Combatientes del Moncada.
por Daylén Vega, Jorge Legañoa y Yosbel Bullaín
Una llamada fugaz confirmó que podríamos asistir. Lo que vino después es la crónica de estos tres periodistas, listos –cámaras, libreta de notas, bolígrafo y mucho entusiasmo– para ser testigos de una reunión excepcional de que nunca habíamos escuchado: la de los moncadistas y expedicionarios del Granma que cada año esperan las 12 de la noche del 26 de julio para reeditar aquella última arenga de Fidel antes de partir en la mañana de la Santa Ana al imposible: tomar por sorpresa el cuartel Moncada en Santiago de Cuba.
Solo tuvimos que caminar par de calles, pero el calor de Santiago, aún a las nueve de la noche, se nos pega a la ropa. Cuando terminamos de subir la cuesta de la Loma de San Juan, la brisa nos refresca y comenzamos a divisar, uno tras otros, los rostros de nuestra historia: andan despacio, “los años pesan”, comenta uno, pero “el carácter es indómito, como Santiago, por eso nos reunimos todos los años a recordar la vigilia del 25 de julio, la víspera del Moncada”, entre risas señala Pedro Trigo, quien perdió a su hermano en aquellos sucesos.
Para estos combatientes es difícil olvidar las palabras de Fidel aquella larga noche antes del asalto al Moncada: “Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. (…)  ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertado o muerte! (…) Los que estén determinados a ir, den un paso al frente”.
Brotan los recuerdos tristes de los hermanos caídos en aquellos días y de muchos más que dejaron su vida en el camino en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista; pero también los reconforta saber que la sangre no se derramó en vano. Desde una esquina, en un amplio salón, somos testigos de este reencuentro de historia. Regresan los abrazos una y otra vez. En cada apretón va el orgullo, el saberse cumplidos con Cuba y seguir viviendo para contarlo.
De entre la muchedumbre, una de las clandestinas de aquellos tiempos evoca una tonada de Juan Almeida y al momento los rostros se iluminan, se hace silencio y se unen en un coro Ya me voy de tu tierra, mexicana bonita, bondadosa y gentil, y lo hago emocionado como si en ella dejara un pedazo de mí. / Y ahora que me alejo para el deber cumplir, que mi tierra me llama a vencer o a morir, no me olvides, Lupita; ay, acuérdate de mí”.
Uno de los viejos combatientes, Ramón Pez Ferro –El sobreviviente, nos asegura que si fuese necesario, como aquel 26 de julio “empuñaríamos las armas de nuevo”, porque el Moncada abrió las puertas para una gran insurrección nacional donde el ejemplo de Fidel hizo que el pueblo entero se volcara a aquella lucha que le costó 20 mil mártires a nuestro pueblo.
Son casi las 12 de la noche, estamos a la expectativa porque dicen que Agustín Díaz Cartaya, creador del Himno del 26 de julio, vuelve a dirigir a los combatientes para cantar sus notas. Fidel le había pedido a Díaz Cartaya tres días antes dar vida a una marcha que en sus orígenes se llamó Himno de la libertad. 
Díaz Cartaya al centro.
 Todos están de pie, combatientes al fin, en atención, esperando la orden. En el momento preciso Agustín toma el micrófono y viene la dirección del músico: 1, 2, 3 y se hace la canción… mil veces entonada por ellos como si fuera la primera vez seis décadas atrás: “Marchando, vamos hacia un ideal / sabiendo que hemos de triunfar / en aras de paz y prosperidad / lucharemos todos por la libertad”.
 “Adelante cubanos / que Cuba premiará nuestro heroísmo / pues somos soldados / que vamos a la Patria liberar (…) limpiando con fuego / que arrase con esta plaga infernal / de gobernantes indeseables / y de tiranos insaciables / que a Cuba / han hundido en el mal (...)”.
 Un aplauso enorme llega, vuelven los abrazos y las felicitaciones por un nuevo aniversario del 26 de julio. Se escuchan unos ¡viva la revolución Cubana!, ¡vivan los mártires del Moncada!, ¡viva Fidel!, ¡viva Raúl!, ¡viva el Socialismo! que son respondidos por voces que parece de veinteañeros y cierran con un ¡Patria o muerte!, ¡Venceremos!
Atrás dejamos a María Antonia –la de la carta del Che a Fidel, testigo de cuando esos grandes se conocieron–, también a Agustín Díaz Cartaya, a Pedro Trigo, a Pez Ferro y otros tantos combatientes. Ya es entrada la madrugada del 26 de julio y Santiago aún se siente que hierve. Apresuramos el paso porque en un rato hay que salir al Moncada pero llevamos el corazón lleno de anécdotas de esos hombres y mujeres que después de seis décadas continúan dándolo todo por Cuba. ¿El título de esta nota? Las revelaciones de una noche antes del Moncada.


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