DALIA GONZÁLEZ DELGADO
Barack Obama ha
reconocido que la política de Estados Unidos hacia Cuba no funciona. El
viernes, durante una cena de recaudación de fondos en Miami, dijo que “no
tiene sentido” pensar que medidas tomadas “en 1961 serían efectivas hoy, en la
era de Internet, Google y los viajes mundiales”.
Sus palabras pueden no
haber sonado bien al anfitrión de esa cena: Jorge Mas Santos, hijo de Jorge Mas
Canosa y actual jefe de la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA). En el
2008, cuando hacía campaña para presidente, durante un acto en la sede de la
FNCA, si bien reconoció que el enfoque seguido por George W. Bush hacia América
Latina y Cuba era “fallido”, Obama fue un poco más tradicional en su postura.
“Mantendré el embargo —dijo— Él nos provee de una oportunidad para presentar al
régimen una clara decisión: si ustedes toman pasos significativos hacia la
democracia, empezando con la liberación de todos los presos políticos, nosotros
tomaremos pasos para comenzar a normalizar las relaciones. Esto es lo que
traerá el cambio real en Cuba, a través de una diplomacia inteligente, fuerte y
de principios”.
Este viernes no hizo
referencia alguna al bloqueo. Por el contrario, dijo que había que ser
“creativo” en la política hacia Cuba, y afirmó además que ve “cambios en la
isla”. No es que necesitemos que él reconozca nuestros cambios, pero esa frase
es nueva para un presidente norteamericano.
Aunque algunos medios de
prensa han destacado la presencia esa noche de dos de los llamados
“disidentes”: Guillermo Fariñas y Berta Soler, lo cierto es que su encuentro
con Obama no debe haber pasado de un apretón de manos. De hecho, Cuba no fue el
tema central de la noche. En un discurso de cuatro cuartillas, dedicó
apenas dos párrafos a hablar sobre nuestro país, y el resto fue política doméstica.
No obstante, hubo un cambio de discurso, que puede ser apenas eso
—especialmente en un hombre que lo que mejor hace es hablar—, o la ante sala de
nuevas medidas.
Por lo pronto, si Obama
tuviera la voluntad, aunque no podría cambiar la esencia de la política hacia
Cuba, cuenta con prerrogativas ejecutivas que le permitirían flexibilizar las
relaciones entre nuestros países, y ser realmente “creativo”. Podría, sin
necesidad de pedir apoyo del Congreso:
·Expandir
los viajes de los norteamericanos y extranjeros residentes en Estados
Unidos
·Eliminar
la prohibición del uso de tarjetas de crédito y débito, cheques
personales, cheques de viajeros, emitidas tanto por bancos de Estados Unidos y
de terceros países.
·Ampliar
la lista de aeropuertos de Estados Unidos autorizados para operar vuelos
charter hacia Cuba.
·Permitir
servicios de ferry entre Estados Unidos y Cuba.
·Permitir
ciertas relaciones bancarias, como bancos corresponsales y apertura de cuentas
por entidades cubanas en bancos estadounidenses para facilitar las
exportaciones agrícolas.
·Expandir
los productos que pueden ser exportados a Cuba, para incluir, por ejemplo,
insecticidas, pesticidas, herbicidas, equipos agrícolas e, incluso, muebles
hechos con madera y confecciones fabricadas con materiales de origen animal o
vegetal.
·Flexibilizar
o eliminar la prohibición al uso del dólar en las transacciones internacionales
de Cuba.
·Levantar
las dos prohibiciones establecidas en la Ley Torricelli respecto a las
embarcaciones: la que impide la entrada a puertos de Estados Unidos, durante
180 días, de las embarcaciones de terceros países que hayan transportado
mercancías a Cuba; y la que imposibilita la entrada a puertos estadounidenses
de embarcaciones que transporten mercancías o pasajeros hacia o desde Cuba (la
Ley Torricelli y las regulaciones para su implementación autorizan al
Presidente emitir licencias para ello).
·Excluir
a Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo internacional. Esa
lista entraña la aplicación de sanciones económicas y es una de las excusas
utilizadas para mantener el bloqueo.
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